Funcionario público desde hace 36 años, casi siempre en responsabilidades relacionadas con el medio natural y rural, Jesús Casas Grande (Madrid, 1960) tiene una amplia perspectiva de las necesidades, intereses, prejuicios, oportunidades, fortalezas y debilidades que sobrevuelan ese mundo. Su trayectoria destaca por su defensa del sector público en cuestiones que considera esenciales, como la sanidad, la educación, la seguridad y la protección del medio ambiente y la cultura; y a los funcionarios públicos como garantía profesional del buen funcionamiento del sistema. Por eso define Grupo Tragsa, que ahora preside, como una empresa profesional de servicio público.
Tragsa fue en sus orígenes una empresa rural y ese es el sentido que queremos darle. Ha pasado por diferentes circunstancias, como el traspaso de competencias a las comunidades autónomas, o la crisis de 2008, que hizo que la empresa tocase distintas puertas en busca de ingresos. Hace un par de años iniciamos una reflexión y decidimos reconfigurarnos como lo que somos: una empresa de apoyo a las Administraciones Públicas en el ámbito de lo rural, de lo ambiental y del territorio. Además, ahora pertenecemos a la Administración General del Estado, a las comunidades autónomas, diputaciones y cabildos.
Aunque los encargos que recibimos son obligatorios y a veces nos alejan del mundo rural, es evidente que nuestro ADN es rural y es el lugar que no queremos dejar. La mayor parte de nuestras actuaciones son allí; tenemos casi 14.000 trabajadores y el 75 % de ellos están en el medio rural, además de las 5.000 máquinas que están trabajando. Hemos sido y somos una empresa de transformación del medio rural porque lo quieren las Administraciones para las que trabajamos, de las que somos su instrumento.
Esta no puede ser una empresa ni del Gobierno, ni de partidos, tiene que ser un instrumento al servicio del Estado, con una visión absolutamente profesional. Hay que apartarla de cualquier elemento que pueda considerarse sectario o próximo a una determinada ideología. Somos una empresa que está al servicio de los ciudadanos.
Hay que incorporar las gafas de lo rural a todas las políticas, igual que están incorporadas las lentes de género y ambiental. En general, desde una perspectiva urbana no siempre se entiende lo que pasa. La visión urbana de lo rural está impregnada de una cierta nostalgia y de lo que gusta al urbano del medio rural: “que me lo tenga usted verde y arreglado para cuando venga yo algún fin de semana”.
El futuro del medio rural no pasa solamente por poner en valor las actividades tradicionales, pasa porque las nuevas actividades puedan desarrollarse tanto en el medio rural como en la ciudad. Cada vez se nos está desacoplando más la agricultura del desarrollo rural. Creo que apostar por los pequeñísimos pueblos va a ser muy difícil, lo cual no significa que no podamos apostar por aquellos núcleos que tengan viabilidad.